Las cosas que, a veces, deberían morir
Recuerdo el espasmo, el calambre, la descarga, el calor. Y esos paseos por la noche, los helados compartidos, el sexo en cualquier parte, los poemas en inglés y las improvisadas audiciones en tu apartamento de alquiler.
Recuerdo que me pareció la mujer más hermosa que había visto nunca.
Hace tiempo que Anna es mi amiga, mi amante, mi mujer, pero sé que ya no es ELLA. Ya no es el sentimiento que me hacía quedarme horas pensando en la suerte que había tenido al conocerla. Me siento culpable cuando me dice que me quiere, que sabe que eligió bien. Y yo soy un puto cobarde que ha perdido la ilusión pero no se atreve a hacer nada para cambiarlo. No es que no quiera a Anna, lo que pesa entre nosotros es mucho más que lo que nos separa, pero cada noche me cuesta más abrazarla, mirarla sin pensar que ella intuye algo en el fondo de mis ojos.
Pienso en una nueva Atlanta, en paseos bajo las estrellas, en helados compartidos, en el sudor frío de la emoción, en los latidos acelerados cuando suena el teléfono. Me desplomo antes de imaginar su voz.
by blackstar at Las cosas que nunca mueren
Comentari: I tot perquè, 10 anys després, segueixes essent ELLA en els meus somnis.
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